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Experiencia Mística y Gente Cotidiana

¿Qué tipo de cosas ayudan a inducir el misticismo en nuestras vidas? Hace poco me hicieron esa pregunta y ésta fue mi respuesta inmediata, sin reflexionar: lo que sea que haga que se te llenen los ojos de lágrimas de dolor o alegría genuina; sin embargo esa respuesta está basada en muchas cosas.

¿Qué es el misticismo? ¿Qué constituye una experiencia mística?

En la mente popular, el misticismo está mal entendido, gravemente. Tendemos a identificar el misticismo con lo extraordinario y paranormal, y lo vemos como algo para la élite espiritual. Para la mayoría de las personas, el misticismo significa visiones espirituales y experiencias extáticas que lo llevan fuera de la conciencia normal.

El misticismo puede ser eso, a veces, aunque normalmente no tiene nada que ver con visiones, estados alterados de conciencia o estados de éxtasis. Más bien tiene que ver con una aguda claridad de mente y corazón. Las experiencias místicas son experiencias que atraviesan todas las cosas que normalmente nos impiden tocar nuestro yo más profundo, y son raras porque normalmente nuestra conciencia está separada de nuestro yo profundo, verdadero y virginal por la influencia del ego, heridas, la historia, la presión de relaciones sociales, la ideología, el falso miedo y todas las diversas afectaciones que nos ponemos y nos quitamos como ropa. Rara vez estamos en contacto con nuestro centro más profundo, sin filtros, puramente; más cuando lo estamos, eso es lo que lo convierte en una experiencia mística.

El misticismo, como lo define Ruth Burrows, es ser tocado por Dios de una manera que va más allá de las palabras, la imaginación y el sentimiento. Dios, como sabemos, es Unidad, Verdad, Bondad y Belleza. Así que cada vez que nos sentimos genuinamente tocados por la unidad, la verdad, la bondad o la belleza, sin que nada lo distorsione, estamos teniendo una experiencia mística. ¿A que podría parecerse?

Ruth Burrows describe una experiencia mística que cambió radicalmente su vida cuando tenía dieciocho años, estaba en el último año de una escuela secundaria privada para mujeres jóvenes dirigida por una orden de monjas, en un retiro preparándose para la graduación y no muy madura. Ella y una de sus amigas no se estaban tomando este retiro muy en serio, pasándose notas y haciendo bromas durante las conferencias. En un momento, sus payasadas fueron tan perturbadoras que las monjas las sacaron del grupo y las hicieron sentarse en silencio en una capilla, acompañadas por un maestro, siempre que el resto de la clase estaba en una conferencia. Al principio, confiesa Burrows, continuaron bromeando, pero las horas eran largas y el silencio finalmente la agotó. Sentada sola, aburrida e irritada, una experiencia mística la agració, no invitada e inesperada. Y no le ocurrió como una visión o un éxtasis, sino como un momento de claridad abrasadora. En cierto momento, sentada sola, se vio a sí misma con absoluta claridad por quién era realmente, en toda su inmadurez y en toda su bondad. Le cambió la vida. A partir de entonces supo quién era: más allá del ego, la herida, la inmadurez, la presión de los compañeros, la ideología y toda afectación. En ese momento conoció su yo más profundo puramente (y lo único que fue extraordinario fue su extraordinaria claridad).

Entonces, ¿qué tipo de cosas podrían inducir experiencias místicas en nuestras vidas? La respuesta corta: cualquier cosa que te lleve más allá de tu ego, tus heridas, tus afectaciones y las poderosas presiones sociales dentro de las cuales respiras, es decir, cualquier cosa que te ayude a ponerte en contacto con quién eres realmente y te haga querer ser una mejor persona. Y esto puede ser muchas cosas. Podría ser un libro que leíste; podría ser la belleza de la naturaleza; puede ser la vista de un bebé recién nacido, un niño llorando, un animal herido o el rostro de alguien que sufre; o puede ser lo que sientes en el fondo cuando recibes una expresión de amor, bendices a alguien, expresas una contrición genuina o compartes la impotencia. Puede ser muchas cosas.

Hace varios años, mientras impartía un curso, les asigné a los estudiantes varios libros para leer, entre ellos el de Christopher de Vinck, Solo el corazón sabe cómo encontrarlos: recuerdos preciosos para un tiempo sin fe. Se trata de una serie de ensayos autobiográficos dentro de los cuales De Vinck simplemente comparte muy calurosamente sobre su matrimonio, sus hijos y su vida familiar. Al final del semestre, una mujer joven, con el libro de De Vinck en la mano, me dijo: “Padre, este es el mejor libro que he leído. Siempre me he imaginado como una persona muy libre, liberada y he dormido a mi manera por varias ciudades, más ahora me doy cuenta de que lo que quiero es lo que tiene este hombre. Quiero que el sexo me lleve a casa. Quiero un hogar. Quiero la cama matrimonial. ¡Ahora sé lo que necesito! ”

Leer el libro de Christopher De Vinck había desencadenado una experiencia mística en su interior, no muy diferente a la descrita por Ruth Burrows. Leer la historia de un alma de Teresa de Lisieux generalmente hace eso en mí.

Entonces, aquí está mi consejo: busque qué es lo que hace eso por usted. No tiene por qué hacer que se te llenen los ojos de lágrimas, ¡solo tiene que señalarte con una claridad abrasadora hacia casa!


Por P. Ron Rolheiser, OMI (Trad. por Julia Hinojosa). Este artículo apareció originalmente en ronrolheiser.com.

P. Rolheiser es un es un sacerdote Católico Romano, miembro de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, y presidente de Oblate School of Theology. Rolheiser es un teólogo, profesor, y un autor premiado. Aparte de su conocimiento académico en teología sistemática y filosofía, él se ha convertido en un orador popular en espiritualidad y religión contemporáneas y en el mundo secular. El escribe en un artículo semanal que es llevado a más de 70 periódicos de todo el mundo.

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