Nunca podría ser crítico literario, no porque no sepa distinguir buena literatura de la mala, sino porque
me falta el filo duro. Si no me gusta un libro, dudo en decirlo. Por el contrario, si me gusta un libro,
tiendo a ser más su animador que su evaluador crítico. Sea como fuere, quiero respaldar enérgicamente
el nuevo libro de Ashlee Eiland, Human (Kind) – Cómo recuperar el valor humano y abrazar la bondad
radical nos unirá de nuevo.
Este no es un libro sentimental para sentirse bien sobre cómo debemos ser amables los unos con los
otros. Es más, como un Sermón de la Montaña para nuestro tiempo, o al menos cómo podríamos
trabajar para vivir el Sermón de la Montaña. ¿Cómo podemos permanecer sentimentales, cálidos y
humanos dentro de todas las cosas que tienden a inflar o amargar nuestros corazones de manera poco
saludable? Así es como ella describe su libro.
“Esta es mi historia, la historia de una mujer negra que creció en el sur y que descubrió algo de plenitud
y algunos agujeros en el camino. Al mirar hacia atrás en mi vida, hubo momentos que recordé muy
vívidamente. Tras reflexionar, eran vívidos porque importaban. Me marcaron tanto de formas hermosas
como dolorosas. Sin embargo, mientras me sentaba con estos momentos y recuerdos, me di cuenta de
que importaban porque me enseñaron a ser amable conmigo misma. Recordarlos me ayudó a reconocer
los buenos regalos que me habían dado, los regalos que ahora espero dar a los demás, y me permitió ver
los momentos dolorosos y difíciles como oportunidades para ser más plenamente humana, para
recordarme a mí misma que debo recibir la gracia donde ha habido agravio.”
El libro es una serie de historias de su vida, todas contadas por un talentoso narrador y todas escritas
con una estética que nunca se hunde en el sentimentalismo o la autocompasión. Y son historias tanto de
ser agraciado como de ser herido. La vida de Eiland ha sido una vida de contrastes.
Por un lado, su vida ha sido privilegiada: padres amorosos, la oportunidad de una educación de primer
nivel, nunca económicamente desesperada y siempre con una familia que la apoyaba y una comunidad a
su alrededor. Por otro lado, ha vivido como mujer negra dentro de un mundo de injusticia y desigualdad.
Ha tenido que vivir como alguien que siempre debe estar consciente del color de su piel, que cada vez
que entra en una habitación necesita mirar a su alrededor para ver cuántos otros como ella hay en la
habitación. También tuvo que soportar el máximo insulto racial que le gritaron en la cara. Y así, como
ella dice, ha quedado profundamente marcada de formas hermosas y dolorosas.
Por ejemplo, una de sus historias relata un incidente en el que salió a un restaurante con unos amigos
asiáticos para una especialidad Coreana de albóndigas de cerdo. La velada transcurrió bien, y
regresando del restaurante y riendo juntos en el auto, sintió que se le quitaba un peso de por vida. “Por
primera vez, no sentí que tuviera que calificar la conversación con un recordatorio para mis amigos, o
para mí misma, sobre mi raza. … Antes de ese día, yo sentía que tenía que salir de puntillas de un mundo
a otro. Pero ese tipo de postura, me di cuenta, está atada a la vergüenza. Permite que la narrativa ‘no lo
suficientemente completa’ corra desenfrenada, aterrorizando lo que a menudo es la mejor parte de
compartir nuestras vidas unos con otros.”
Necesitamos su narrativa. Vivimos en una época de amargura y división, cuando el discurso civil y el
respeto se han derrumbado, donde nos demonizamos mutuamente, donde la injusticia, la desigualdad y
el racismo todavía nos definen más que sus opuestos, y donde la bondad a menudo se ve como una
debilidad. Además, existe una hipersensibilidad cada vez mayor en la que incluso una palabra bien
intencionada es una mina terrestre potencial. La paranoia ha reemplazado a la metanoia, sacando lo
peor de nosotros.
Ashlee Eiland nos da una fórmula para sacar lo mejor de nosotros. ¿Cómo reaccionamos ante la
injusticia, la ofensa y la demonización? Por ejemplo, así es como ella reaccionó después de intentar ser
buena con alguien y recibir la recompensa por su esfuerzo con la máxima burla racial que se le lanzó a la
cara: “Humillada, seguí con mi día, haciendo todo el bien que pude por la tarde … más sabiendo que a
veces ni siquiera hacer el bien es suficiente. A veces simplemente tenemos que sentarnos con lo que es
difícil y humillante acerca del difícil trabajo de la unidad y hacer todo lo posible para no dejar que nos
mate. En cambio, tenemos que dejar que nos moldee de alguna otra manera que nos ayude a recuperar
la sobriedad y nos obligue a quitarnos los anteojos de color rosa, a admitir que, a veces, acercarnos más
y tratar de hacer el bien y cerrar las brechas entre nosotros y los demás no trabaja de la manera en que
queremos. Más tal vez valga la pena presentarse de todos modos.”
Al carecer de la ventaja crítica, no siempre estoy seguro de lo que constituye la “música soul”, más aún
puedo reconocer la “literatura del alma”.
Por P. Ron Rolheiser, OMI (Trad. por Julia Hinojosa). Este artículo apareció originalmente en ronrolheiser.com.
P. Rolheiser es un es un sacerdote Católico Romano, miembro de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, y ex-presidente de Oblate School of Theology. Rolheiser es un teólogo, profesor, y un autor premiado. Aparte de su conocimiento académico en teología sistemática y filosofía, él se ha convertido en un orador popular en espiritualidad y religión contemporáneas y en el mundo secular. El escribe en un artículo semanal que es llevado a más de 70 periódicos de todo el mundo.